Los periodistas nos caracterizamos por saber un poco de todo, pero pareciera que eso no nos alcanza... ¡siempre queremos aprender más! Por eso investigamos y preguntamos tanto. La mayoría de nosotros somos así: Insaciables, a veces rebuscados, inconformistas, críticos y apasionados. Omar Reinoso lo era. Sería por eso que el negro y yo pegamos onda desde que nos conocimos allá por noviembre del 2010, cuando el NotiNogo tenía un poquito más de una año de vida. Desde entonces nos complementamos en proyectos comunes.
Andábamos siempre juntos, y éramos tan fanáticos de esta profesión que no hablábamos de nada distinto que del oficio mismo. El trabajo llevaba aparejada una amistad que inclusive dejaba poco margen para la vida privada.
Tengo que reconocer que lo extraño más de lo que imaginaba. Es cierto que no hay nadie irreemplazable en esta vida, y que todo sigue igual en el departamento Belgrano, pero él sí que era único e irrepetible. Estaba en todos los detalles; recuerdo el primer día del periodista luego de conocernos, me ganó de mano, me saludó exactamente a las 00:01 del 7 de junio de 2011. Pero eso no fue nada comparado con todas las vivencias que compartimos.
Fue Omar Reinoso quien me explicó que los periodistas no somos tal cosa hasta no ser reconocidos por los propios colegas. El primer Día del Periodista al aire de Las Mañana de Belgrano, 7 de junio de 2012, me presentó en una entrevista con todos los honores, en una introducción que decía más o menos así: "Primero te llega el aplauso de la audiencia, la admiración de los lectores; la segunda etapa es cuando te das cuenta que tu producción periodística preocupa o molesta a los políticos, a algunos empresarios y/o a los lobbistas; y la tercera etapa, la que te da el título, la consagración, es el reconocimiento de tus colegas", dijo generosamente Omar y tenía razón.
Si bien nunca acepté trabajar para él, aunque me lo propuso en varias ocasiones, siempre trabajamos juntos. Creo que no hubiéramos durado mucho de haber elegido la primera opción. Nos peleábamos bastante, era un tipo cascarrabias, no le torcías las ideas así nomas y terminaba ganándote por cansancio. Con una vitalidad envidiable que se reflejaba en los muchos planes personales y profesionales que tenía, lo esperaba un futuro prometedor. El Dpto. Belgrano lo desvelaba, quería sacarlo del largo letargo. Con su muerte muchos de sus proyectos se vieron truncados, pero su legado continua enarbolando los valores que lo hizo grande e inmortal.
Silvana Sola
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