Jóvenes madres tomaron la posta. La solidaridad de sus corazones las movilizó en pos de mejorar las condiciones de vida de los vecinos de su barrio. Al roperito llegaron rápidamente un sin fin de donaciones y tras ellos el ir y venir incesante de vecinos a la casa 12 de la Mza B. Luego vino el merendero de los viernes donde los niños toman un chocolate caliente acompañado con tortas fritas (riquísimas por cierto) y las reuniones frecuentes donde las organizadoras se plantean los nuevos desafíos.
Cecilia, Mariela, Viviana y otras mujeres inquietas y entusiastas que se fueron sumando al proyecto, se replantean hoy el modo de hacer caridad. Ellas saben que dar por dar no es la solución para combatir la pobreza y que hay que evaluar detalladamente que tipo de carencias tiene cada familia de su barrio. Las chicas del roperito quieren dar mucho más que ropa usada, quieren tener y compartir las herramientas que las puedan ayudar a generar una salida digna para ellas y para sus pares. Saben que cuando la gente recibe sólo paliativos para saciar las necesidades urgentes ciegan también la búsqueda de soluciones profundas. "No queremos acostumbrarnos a recibir sin dar y tampoco generar más de ese sistema" -dijo una de las integrantes del roperito y merendero que entiende que se está perdiendo la cultura del trabajo y la motivación por el progreso.-
Las jóvenes ya está pensando en el intercambio de conocimientos entre las personas que integran su comunidad para compartir desde actividades culturales, hasta la generación de nuevas ideas para que entre todos los pobladores puedan mejorar el aspecto del barrio; quieren darle vida y color a El Brete. Piensan en pintar los frentes de cada casa, adornar con plantas y flores, armar una brigada ecológica, reciclar, mejorar y cuidar los espacios comunes, pedir la colaboración a profesionales que den charlas, y mucho más.
Al parecer, un nuevo movimiento solidario e innovador se está gestando en el pueblo.
