El ACV, o ataque cerebral, es una afección causada por la súbita pérdida de flujo sanguíneo cerebral (isquémico) o por el sangrado (hemorrágico) dentro de la cabeza.
Cualquiera de las dos situaciones puede provocar que las neuronas se debiliten o mueran, ya que sin oxígeno, las células nerviosas no pueden funcionar. Las partes del cuerpo que son afectadas por las distintas regiones del cerebro, consecuentemente, también dejan de funcionar; es así que un ataque cerebral, es a menudo permanente, ya que las células cerebrales muertas no se pueden reemplazar.
Prevención
Lo fundamental es controlar los factores de riesgo asociados; fundamentalmente, la hipertensión arterial, el colesterol malo elevado (incluido el aumento de triglicéridos), debido al consumo de grasas saturadas animales y aceites hidrogenados, y la diabetes.
Evitar el consumo de cigarrillo, de sustancias psicotrópicas o estupefacientes y de bebidas alcohólicas.
Evitar el sedentarismo y practicar ejercicio físico; consumir una dieta rica en verduras, frutas, proteínas, colesterol “bueno” y grasas poliinsaturadas, ácido eicosapentaenoico o (EPA), ácido docosapentaenoico (DPA), ácido docosahexaenoico (DHA), consumir poca sal y evitar el consumo de cantidades elevadas de carbohidratos (azúcares y harinas) y grasas saturadas.
Evitar la ansiedad y aún más el angor (la angina de pecho), ya que, entre otros problemas vasculares, aumenta la hipertensión arterial.
Evitar la depresión, ya que los estados anímicos depresivos tienden a espesar la sangre.
Seguir las recomendaciones del médico de cabecera, quien tiene acceso a la información pertinente relacionada con la salud de cada individuo.
Evitar el sobrepeso. Evitar deportes de contacto o sobreesfuerzos.
Evitar el estrés negativo (especialmente si es crónico), que puede provocar que la sangre se vuelva trombo lítica (véase embolia).
Fuente: ANSL
Nota y foto: Alfredo Salinas / Luis Roberto Arnó – Prensa Ministerio de Salud.
Corrección: Mariano Pennisi.
Contenidista: Rosana Freite.