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El pan dulce no enmenda los errores

(Nogolí, 6 de enero de 2011) Editorial
Melchor, Gaspar y Baltazar no me sorprendieron tanto como lo hizo Papa Noel...
En vísperas de la Navidad pasada (24 de dic. de 2010) -en pleno receso del NotiNogo- mientras nos encontrábamos en familia y otros conocidos en la casa de mi madre listos para cenar, la sorpresa se apersonó por la entrada principal.
No era Papa Noel, era Sergio Amieva, el Intendente del pueblo con un obsequio en sus manos: "la canasta navideña".
Ciertamente me tomó muy de sorpresa y no logré decirle todo lo que se me ocurrió posteriormente. En ese momento atiné a mirarlo con el ceño fruncido y cuestionandole, con lógico enojo, si era una broma.
El comisionado municipal manifestó que venia con "respeto" y al ver mi actitud poco grata, me preguntó si yo tenía un problema personal con él o con la municipalidad (¿quién es sino él, el representante de la municipalidad?). Mi respuesta fue clara y sin titubeos, no aceptando el presente navideño y dándole a entender que las heridas que él mismo produjo con su acción y omisión (desde lo personal y como representante municipal en los hechos de la histórica e incomprensible pueblada xenofóbica y racista y por la falta de resolución a los reclamos planteados oportunamente) aún no se cicatrizaron y por ende, seguirán sangrando hasta tanto alguien sea capaz de subsanarlas.
También le manifesté que si era esto una muestra de querer hacer las paces, bienvenido sea y que, "con respeto", venga otro día, sin la dádiva del pan dulce, la sidra y demás confituras, para conversar y arreglar los tantos. ¿Qué mejor obsequio de fin de año, Sr. Intendente, que dé -por fin- muestras de cumplir con su deber?
No satisfecho con mi mal recibimiento -Sergio Amieva- le ofreció el presente navideño a mi madre, la dueña de casa, quien sí se lo recibió, también con asombro pero con otra predisposición. Mi mamá lo invitó para que otro día y con más tiempo se arrime a su casa para charlar sobre las diferencias planteadas desde el inicio de los reclamos y buscar una solución racional a los problemas que vienen de larga data y que no se han corregido por falta de voluntad política.
La tarjeta, firmada por el intendente, que venia en una bolsa verde con productos comestibles dice: "es mi deseo que en esta navidad y año nuevo se renueve la fe, la alegría y la esperanza en cada uno de ustedes".
Mi esperanza y mi fe, Sr. Intendente, es que este 2011 sea el año de la recomposición de las heridas producidas por la insensatez múltiple. Tanto Carlos Jofré como Ud., Sergio Amieva, no resolvieron el problema presentado por nosotras (las incorrectas facturaciones sobre las tasas municipales, los corrales pegados a las viviendas humanas, los actos discriminatorios, etc.) para qué en forma legitima se solucione administrativamente, según lo establecen las leyes provinciales.
La alegría -Sr. Intendente- es un sentimiento de placer producido por un suceso favorable o cuando se obtiene algo deseado y las personas solemos demostrarlo con risas, sonrisas y expresiones corporales que denotan felicidad.
Y es este sentido, cuando nosotras obtengamos la solución a nuestros pedidos, habremos recuperado nuestros derechos y, por añadidura, nos poducirá alegría.
Como verá -Sr. Intendente- los auguriosos deseos que manifestó en su tarjeta salutativa, dependen de la actitud de su investidura y no de la barita mágica. Por lo cual lo insto públicamente a reveer la situación planteada y solucionarla de una vez por todas. Y así seremos todos felices y comeremos perdices...
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